Cuando nada se considera imposible, por Ana Mengíbar

No hace mucho, un «entendido», nos daba una lección magistral de su «desconocimiento» de la accesibilidad universal, de los principios que la inspiran y de la filosofía del diseño para todos…

Entre sus tajantes afirmaciones incluía algo más o menos así: «es que en los cascos históricos, de aceras estrechas y calles adoquinadas, poco o nada se puede hacer. Deben entender, los usuarios de silla de ruedas, que deben ir por calles alternativas…»

¿Qué quieren que les diga?¿Que nos miramos los que allí estábamos, alzando los hombros, abriendo los ojos y poniendo semblante de «y éste de dónde salió»?… Pues sí…, así nos quedamos.

Hacer accesibles los entornos no es, ni más ni menos, que dar una solución, humanizar y pensar que, tal vez mañana, puedes ser tú quien necesite esa actuación.

Y cuando de pronto te encuentras en otro lugar y vas por zona de adoquines, tan difíciles de transitar por las sillas de ruedas y tan «fastidiados» para quien con su bastón pretende llegar a destino, y observas que han adaptado el recorrido, sin dejar un lugar al que no se pueda llegar, sólo puedes quitarte el sombreo y decir: «esta sí es una ciudad para todas las personas».

Pero las imágenes valen más que las palabras. Vean: anamengibarnadaimposible anamengibarnadaimposible-1

Ciudades para todos, con responsables públicos y técnicos que trabajan para las personas, poniéndose en su lugar, oyéndoles y respetando sus derechos…

Un poco de cemento, un poco de pintura blanca y se puede presumir de ciudad respetuosa con la diversidad, por mucha zona de adoquines que tenga. Observar esos senderos de cemento, es observar compromiso y palpar la inclusión.

¡Y aquí tenemos la mala suerte de que, ya que no han estudiado, tampoco sepan copiar!

¡¡¡Qué barbaridad!!!

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