En noviembre de 2013, después de celebrada la marcha por los derechos de las personas con discapacidad, tuvimos un encuentro…
Habíamos reclamado columpios para todos los niños y nos decían, en aquella reunión, que «se arreglaría».
Hicimos una visita al García Sanabria… Uno, dos, tres, cuatro…, perdí la cuenta de los técnicos que iban… Uno, dos, tres políticos… Responsables… administrativos… ¡Qué despliegue, madre mía!… Seguro que tenían interés. Seguro que querían arreglarlo.
Pero ha pasado un año y el parque sigue igual. Las sillas de ruedas pasan rápidas, por las zonas de juegos, porque los padres no quieren repetir, otra vez, eso de «es que tú no puedes jugar en esos columpios».
Si tuvieran hijos con discapacidad, probablemente la solución habría sido inmediata…, ¡qué digo!…, seguramente no habría existido la reclamación, porque las zonas de juegos infantiles estarían preparadas para acoger a todos los niños.
No se trata de un columpio que se comprará cuando «puedan». Se trata de un módulo de juego que va a permitir a los niños, a todos los niños, jugar en el García Sanabria… Si tuvieran la sensatez y la dignidad de tratar estos asuntos, desde la perspectiva de los derechos humanos, no tendríamos a niños desconsolados y sintiendo la desigualdad clavada en sus corazones.
Han tenido UN AÑO para rectificar. Le pedíamos sólo el García Sanabria… Y saben perfectamente que su obligación está en todos los parques infantiles de la ciudad. Si tuvieran un hijo con discapacidad, y lo vieran llorar de desconsuelo, probablemente a la pregunta del niño:
¿por qué no hay columpios para mí?
contestarían:
«porque en este Ayuntamiento, son una partida de… «.
Y callarían el adjetivo, porque hay cosas que los menores no deben oír.
Son niños que ya bastante sufrimiento tienen. Añadirles la sensación de desconsuelo y regalarles un puñado de lágrimas NO TIENE NOMBRE
Ana Mengíbar
Debemos construir un mundo para todos.
