Editorial Revista Nº46

Terminado el período electoral, terminado pero no rematado, porque ahora es época de pactos, de diálogo, de consenso, van quedando atrás esos encuentros entre los diferentes grupos políticos y los representantes de los sectores de la discapacidad, encuentros que, ¡mire usted!, como decía un antiguo inquilino de La Moncloa, se multiplican en período preelectoral.

Es el juego al que toca jugar en todas las precampañas, el colectivo de personas con discapacidad es siempre parte de todos los programas políticos y estos no pierden ocasión de “salir en la foto” y sumar puntos de cara a la sociedad a la que aspiran representar.

Y nosotros aceptamos las reglas del juego, pero éste es un juego en el que debemos ganar, porque simplemente participar no sirve absolutamente de nada. Y ganar significa que todas esas promesas no se queden en agua de borrajas, en papel mojado, o cualquier otra expresión que se les ocurra y que refleje la desilusión de promesas incumplidas y que con el paso del tiempo se convierten en un vago recuerdo, o mucho peor, en olvido.

La lucha por los derechos de las personas con discapacidad y su definitiva integración en la sociedad no debe ser moneda de cambio para nada ni para nadie, sino una realidad que se materialice desde unas políticas sociales adecuadas y una buena voluntad política por parte de la Administración. Así que confiemos que, tras esta época de pactos en la que se decide el color político de los que serán nuestros dirigentes durante los próximos cuatro años, se materialice un pacto de verdad, que de una vez por todas responda a todas nuestras necesidades, pero no a nuestras necesidades como personas con discapacidad, sino a nuestras necesidades simplemente como personas de esta sociedad.

Queremos que se cumpla el cupo del 5% en el acceso a la administración pública hasta llegar al 2% de funcionarios en todas y cada una de las administraciones, que se cumpla la ley y todas las empresas, tanto públicas como privadas, con más de 50 trabajadores cumplan la obligatoriedad de reservar el 2% de la plantilla a trabajadores con discapacidad, pero que no sólo lo hagan porque sea una obligación legal sino que lo hagan desde la firme convicción de que estamos tan capacitados para realizar el trabajo como cualquier otra persona.

Queremos transitar por nuestra ciudad sin tener que pedir ayuda o dar rodeos inmensos para llegar a nuestro destino, y que todo lo que está al final de nuestro camino sea igual de accesible que el resto, ya que una sola barrera, por muy pequeña que sea, convierte al conjunto en una obstáculo insalvable.

Y queremos que la Ley de Dependencia, que está empezando a andar con los típicos problemas de una Ley de esta envergadura, con descoordinación, con una financiación que no está del todo clara y con falta de recursos, llegue a buen puerto, y no para que nadie se eche flores o se ponga medallas, sino para que a lo largo de este año, los 200.000 grandes dependientes que existen en España puedan ver cubiertas sus necesidades y luego le sigan el otro millón de personas con diferentes grados de dependencia. 1.200.000 de personas con discapacidad, 1.200.000 votos, 1.200.000 necesidades y 1.200.000 respuestas.
Terminado el período electoral, terminado pero no rematado, porque ahora es época de pactos, de diálogo, de consenso, van quedando atrás esos encuentros entre los diferentes grupos políticos y los representantes de los sectores de la discapacidad, encuentros que, ¡mire usted!, como decía un antiguo inquilino de La Moncloa, se multiplican en período preelectoral.

Es el juego al que toca jugar en todas las precampañas, el colectivo de personas con discapacidad es siempre parte de todos los programas políticos y estos no pierden ocasión de “salir en la foto” y sumar puntos de cara a la sociedad a la que aspiran representar.

Y nosotros aceptamos las reglas del juego, pero éste es un juego en el que debemos ganar, porque simplemente participar no sirve absolutamente de nada. Y ganar significa que todas esas promesas no se queden en agua de borrajas, en papel mojado, o cualquier otra expresión que se les ocurra y que refleje la desilusión de promesas incumplidas y que con el paso del tiempo se convierten en un vago recuerdo, o mucho peor, en olvido.

La lucha por los derechos de las personas con discapacidad y su definitiva integración en la sociedad no debe ser moneda de cambio para nada ni para nadie, sino una realidad que se materialice desde unas políticas sociales adecuadas y una buena voluntad política por parte de la Administración. Así que confiemos que, tras esta época de pactos en la que se decide el color político de los que serán nuestros dirigentes durante los próximos cuatro años, se materialice un pacto de verdad, que de una vez por todas responda a todas nuestras necesidades, pero no a nuestras necesidades como personas con discapacidad, sino a nuestras necesidades simplemente como personas de esta sociedad.

Queremos que se cumpla el cupo del 5% en el acceso a la administración pública hasta llegar al 2% de funcionarios en todas y cada una de las administraciones, que se cumpla la ley y todas las empresas, tanto públicas como privadas, con más de 50 trabajadores cumplan la obligatoriedad de reservar el 2% de la plantilla a trabajadores con discapacidad, pero que no sólo lo hagan porque sea una obligación legal sino que lo hagan desde la firme convicción de que estamos tan capacitados para realizar el trabajo como cualquier otra persona.

Queremos transitar por nuestra ciudad sin tener que pedir ayuda o dar rodeos inmensos para llegar a nuestro destino, y que todo lo que está al final de nuestro camino sea igual de accesible que el resto, ya que una sola barrera, por muy pequeña que sea, convierte al conjunto en una obstáculo insalvable.

Y queremos que la Ley de Dependencia, que está empezando a andar con los típicos problemas de una Ley de esta envergadura, con descoordinación, con una financiación que no está del todo clara y con falta de recursos, llegue a buen puerto, y no para que nadie se eche flores o se ponga medallas, sino para que a lo largo de este año, los 200.000 grandes dependientes que existen en España puedan ver cubiertas sus necesidades y luego le sigan el otro millón de personas con diferentes grados de dependencia. 1.200.000 de personas con discapacidad, 1.200.000 votos, 1.200.000 necesidades y 1.200.000 respuestas.

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